miércoles, 7 de abril de 2010

La Iglesia en el siglo xx


El cristianismo en el siglo XX se caracteriza por una fragmentación acelerada. El siglo vio el levantamiento de grupos liberales y conservadores, así como una secularización general de la sociedad occidental. La Iglesia católica romana instituyó muchas reformas para modernizarse. Los misioneros hicieron incursiones en el lejano oriente, estableciendo seguidores en China, Taiwán y Japón. Al mismo tiempo, la persecución en la Europa oriental comunista y la Unión Soviética trajo a muchos cristianos ortodoxos a la Europa occidental y a los Estados Unidos, aumentando el contacto entre el cristianismo occidental y oriental. Además, el ecumenismo creció en importancia, cuyo comienzo fue en la Conferencia Misionera de Edimburgo en 1910, aunque se critica que Latinoamérica haya sido excluida debido a que la predicación protestante en Latinoamérica ha sido frecuentemente anticatólica


Ella también vive y sufre en su propia carne los acontecimientos que marcan el ritmo en cada etapa de la historia. Por eso decimos que este siglo se han experimentado grandes cambios.
Consecuencias positivas y negativas de la Revolución Francesa:
Negativas:
Empobrecimiento económico.
Disminución de las vocaciones sacerdotales.

Positivas:
La Iglesia recobra su libertad.
Los obispos se dedican a organizar la pastoral de su Iglesia.
Se construyen nuevos lugares de culto y se crean nuevas parroquias.
Se da una aproximación mayor entre los obispos y el Papa, que puede nombrar directamente a los obispos.

Los cristianos y la Primera Guerra Mundial
La postura de los cristianos fue de una identificación total con los objetivos de sus estados nacionales. Ser cristiano significaba ser patriota, incluso se rezaba por el éxito de nuestras armas.
Acontecimientos que ocurrieron después de la Guerra:
La R. Rusa permitió la realización de un concilio y la elección del patriarca de Moscú.
En Francia reina la paz religiosa: el 16 de mayo fue canonizada Juana de Arco.
Por otra parte surgen en Francia movimientos cristianos, que reciben el nombre de Acción Católica especializada, VIEJO PEDORRO de esta manera contribuían a la recristianización de Francia.
Surgieron una gran cantidad de grupos cristianos que al principio todos estos movimientos estaban dedicados a los jóvenes, a través de ellos intentan vivir y transmitir el Evangelio a la sociedad.
Los cristianos y la segunda Guerra Mundial
Les sirvió para interrogarse la postura que tenía que tomar ante tanta muerte y violencia.
Para todos los que la vivieron fue un verdadero desastre: muerte, violencia, destrucción...
La mayoría de los judíos murieron en la cámara de gas (6.000.000).
Las Iglesias protestaban por la persecución a los judíos.
En Francia, la Iglesia se sintió apoyada por el gobierno francés.

La Iglesia de la posguerra
Repercusiones políticas y religiosas:
Se modificaron las fronteras de Europa. Alemania quedo dividida en dos:
En la URSS, la lucha antirreligiosa es violenta, especialmente en los Estados Bálticos.
En Lituania los presbíteros se resisten a la sovietización.
En Francia tuvo gran éxito la democracia cristiana.
Formación de la OTAN en 1949.
La Iglesia francesa desea renovar el pastoral, con el fin de recristianizar la sociedad.
El movimiento ecuménico
Es un movimiento de acercamiento entre los cristianos llamado ecumenismo.
Nació en el siglo XIX en las iglesias protestantes.
En 1935 Lyon impulsó la celebración anual de una semana de oración para pedir por la unidad de los cristianos.
En 1948 se creó en Consejo Ecuménico de las Iglesias, integrado por las iglesias protestantes y ortodoxas.


A pesar de las polémicas en torno a la educación y al matrimonio, el liberalismo había terminado por aceptar el Concordato de 1887, pero sin abandonar su aspiración a reformar al texto vigente, para adaptarlo a la realidad nacional, como proclamó en la Convención Liberal de 1935: allí aclara que no es de su esencia ser un partido de propaganda religiosa ni antirreligiosa, pero proclama la libertad de cultos y se muestra partidario de la escuela gratuita, única, laica y obligatoria. También considera que la vida civil debe ser regida por la ley civil: por ello, debe llevarse el divorcio vincular a la legislación nacional.
Por esto, esos años se vieron caracterizados por una intensa polarización en torno a la reforma constitucional de 1936, a la cual se opuso el episcopado en pleno y el directorio conservador: no se podía admitir como Constitución colombiana, afirmaban los obispos, "una cosa" que no interpretaba "los sentimientos y el alma religiosa de nuestro pueblo", pues se suprimía el nombre de Dios del encabezamiento del texto constitucional y la mención de la religión católica como elemento esencial del orden social. Además, se suprimía el reconocimiento explícito de los derechos de la Iglesia, su exención de impuestos para templos y seminarios, su dirección de la educación, etc. Se hablaba, afirman los obispos, de "libertad de cultos en vez de una razonable tolerancia", se sustituye la mención de "la moral cristiana" por la de "orden moral", que es "una frase vaga y ambigua". En resumen, sostienen los obispos, se cambiaba "la fisonomía de una Constitución netamente cristiana por la de una Constitución atea".

Laz Cruzadas





Historia de las Cruzadas
Desde el Renacimiento hasta nuestro días pocos temas han resultado tan atractivos como el de las Cruzadas. A su alrededor se han forjado mitos y leyendas muy alejadas de la realidad histórica y que la literatura se ha encargado de difundir.
En general, se denomina como Cruzadas a la serie de campañas, comúnmente militares, que a partir del siglo XI se emprendieron desde el Occidente cristiano contra los musulmanes para la recuperación de Tierra Santa. Estas campañas se extendieron hasta el siglo XIII y se caracterizaban por la bendición que les concedió la Iglesia, otorgando a los particulares indulgencias espirituales y privilegios temporales a los combatientes. Con el tiempo el término se aplicaría a cualquier guerra que se emprendiera al servicio de la Iglesia, como, por ejemplo, la cruzada contra los albigenses.
El origen de las Cruzadas
La I Cruzada fue predicada por el Papa Urbano II en el Concilio de Clermont (1095), tras la conquista de Jerusalén por los turcos seljúcidas (1076) y las peticiones de ayuda del emperador bizantino Alejo I Comneno. Aparte de la recuperación de los Santos Lugares, con su clara connotación religiosa, los Papas vieron las Cruzadas como un instrumento de ensamblaje espiritual que superase las tensiones entre Roma y Constantinopla, que además elevaría su prestigio en la lucha contra los emperadores germanos, afianzando su poder sobre los poderes laicos. También como un medio de desviar la guerra endémica entre los señores cristianos hacia una causa justa que pudiera ser común a todos ellos, la lucha contra el infiel.
El éxito de esta iniciativa y su conversión en un fenómeno histórico que se extenderá durante dos siglos, se deberá tanto a aspectos de la vida económica y social de los siglos XI al XIII, como a cuestiones políticas y religiosas, en las que intervendrán una gran variedad de agentes: como la difícil situación de las masas populares de Europa occidental; el ambiente escatológico, que hacía de la peregrinación a Jerusalén el cumplimiento del supremo destino religioso de los fieles; o los intereses comerciales de las ciudades del norte de Italia que participaban en estas expediciones y que encontraron en las cruzadas su oportunidad de intensificar sus relaciones comerciales con el mediterráneo oriental, convirtiéndose en las grandes beneficiarias del proceso. Los comerciantes italianos reabrieron el Mediterráneo oriental al comercio occidental, monopolizaron el tráfico y se convirtieron en intermediarios y distribuidores en Europa de las especies y otros productos traídos de China e India.
También tuvo su papel la necesidad de expansión de la sociedad feudal, en la que el marco de la organización señorial se vio desbordado por el crecimiento, obligando a emigrar a muchos segundones de la pequeña nobleza en busca de nuevas posibilidades de lucro. De esta procedencia eran la mayoría de los caballeros franconormandos que formaron la mayor parte de los contingentes de la primera cruzada.




Las ocho Cruzadas
La historiografía tradicional contabiliza ocho cruzadas, aunque en realidad el número de expediciones fue mayor. Las tres primeras se centraron en Palestina, para luego volver la vista al Norte de África o servir a otros intereses, como la IV Cruzada.
La I cruzada (1095-1099): dirigida por Godofredo de Bouillon, Raimundo IV de Tolosa y Bohemundo I de Tarento culminó con la conquista de Jerusalén (1099), tras la toma de Nicea (1097) y Antioquia (1098), y la formación de los estados latinos en Tierra Santa: el reino de Jerusalén (1099), el principado de Antioquia (1098)y los condados de Edesa (1098) y Trípoli (1199).
La II Cruzada (1147-1149): predicada por San Bernardo de Clairvaux tras la toma de Edesa por los turcos, y dirigida por Luis VII de Francia y el emperador Conrado III, terminó con el fracasado asalto a Damasco (1148).
La III Cruzada (1189-1192): fue una consecuencia directa de la toma de Jerusalén (1187) por Saladino. Dirigida por Ricardo Corazón de Léon, Felipe II Augusto de Francia y Federico III de Alemania, no alcanzó sus objetivos, aunque Ricardo tomaría Chipre (1191) para cederla luego al Rey de Jerusalén, y junto a Felipe Augusto, Acre (1191)
La IV Cruzada (1202-1204): inspirada por Inocencio III ya contra Egipto, terminó desviándose hacia el Imperio Bizantino por la intervención de los venecianos, que la utilizaron en su propio beneficio Tras la toma y saqueo de Constantinopla (1204) se constituyó sobre el viejo Bizancio el Imperio Latino de Occidente, organizado feudalmente y con una autoridad muy débil. Desapareció en 1291 ante la reacción bizantina que constituyeron el llamado Imperio de Nicea, al tiempo que Génova sustituía a Venecia en el control del comercio bizantino.
La V (1217-1221) y la VII (1248-1254): Cruzadas, dirigidas por Andrés II de Hungría y Juan de Brienne, y Luis IX de Francia, respectivamente, tuvieron como objetivo el sultanato de Egipto y ambas terminaron en rotundos fracasos.
La VIII cruzada (1271): también fue iniciativa de Luis IX. Dirigida contra Túnez concluyó con la muerte de San Luis ante la ciudad sitiada.
La VI Cruzada (1228-1229): fue la más extraña de todas, dirigida por un soberano excomulgado, Federico II de Alemania, alcanzó unos objetivos sorprendentes para la época: el condominio confesional de Jerusalén, Belén y Nazareth (1299), status que sin embargo duraría pocos años.

Ateismo






















Que es?

Es la doctrina o posición definida ya sea por el rechazo al teísmo o por la posición de que no existen las deidades. En un sentido amplio podría incluirse dentro de la definición de ateísmo, tanto las personas ateas o ateístas, quienes explicitan la no existencia de dioses, como aquellas que, sin creer en su existencia, no tienen evidencia ni convicción para su refutación.
Tipos de Ateismo:El ateísmo se distingue claramente del teísmo por la no creencia en la existencia de dioses. Sin embargo, la variedad y la mezcla de corrientes filosóficas ateístas hace difícil una categorización efectiva. A continuación se expone una categorización según criterios mutuamente excluyentes. A menudo los adjetivos que se adjuntan a la palabra ateísmo tienen una connotación filosófica que convalida o perjudica la validez de la postura en cuestión, y distintos adjetivos son usados a menudo por distintas personas para dar una ventaja teórica a su propia postura. Aquí se mencionan todos los nombres que se dan a las distintas posturas.

- Ateismo fuerte o positivo:Este ateísmo se caracteriza por la negación categórica de la existencia de dioses. Muchas veces argumenta en contra de la existencia de dioses, encontrando explicaciones sociológicas, psicológicas o históricas para el teísmo, distintas de la existencia de dioses. Este es el caso de muchos autores del marxismo y de autores como Ludwig Feuerbach. A menudo también parte del supuesto de que no se debe conceder visos de posibilidad a una proposición arbitraria como la existencia de un dios.
-Ateismo débil o escéptico:Es la forma más común del ateísmo. No es una creencia en la inexistencia de deidades u otros seres sobrenaturales, sino la ausencia de creencia en los mismos. El marxismo -siguiendo a Kant en su Crítica de la Razón Pura- niega que la categoría de existencia se pueda aplicar a seres o entes ajenos a la experiencia.
-Ateismo Agnóstico:Este ateísmo no niega explícitamente la existencia de los dioses, sino que niega únicamente el conocimiento de su existencia, y por esta razón, muchos ateístas no lo clasifican como ateo. Los ateístas agnósticos a menudo argumentan que la carga de la prueba recae sobre quien afirma algo, y no sobre quien deja de creerlo. Por consiguiente, la negación de la existencia de dioses no requiere de una prueba tanto como lo requiere la afirmación de su existencia.
Ateísmo agnóstico fuerte
Esta forma de ateísmo agnóstico afirma que no solo es desconocida la existencia de dioses, sino que es imposible de conocer, debido a lo sobrenatural e inalcanzable de la idea de éstos.
Ateísmo agnóstico débil
Estas personas afirman que a pesar de la falta de conocimiento sobre la existencia de dioses, no hay razón para pensar que este conocimiento sea inalcanzable. Este tipo de ateísmo se divide a su vez según se considere que el conocimiento sobre la existencia de dioses sea interesante.
Ateísmo agnóstico débil interesado
Es aquél que considera que el conocimiento sobre la existencia de dios es interesante y relevante.
Ateísmo agnóstico débil apático
Que considera que el conocimiento de la existencia de seres sobrenaturales no es interesante ni relevante. Esta forma de agnosticismo puede derivarse de razones filosóficas o de la mera indiferencia del individuo por lo sobrenatural.
Agnosticismo práctico
Es el más extendido de todos los formatos de ateísmo y se caracteriza por un consenso implícito de inconveniencia o tabú para la cuestión la existencia de cualquier deidad o sus derivaciones. Su forma habitual es el confinamiento de esa cuestión al ámbito interior de la intimidad personal y la exclusión tácita de toda manifestación exterior, no sólo en las conductas, sino también en el mismo lenguaje, en el habla social.
Aunque formalmente, pueda distinguirse entre agnosticismo y ateísmo, el primero equivale al segundo en la práctica, ya que constituye una negación por exclusión y tabú implícito. La práctica social en muchos países avanzados es de orden agnóstico, por confinamiento del teísmo en las conciencias y exclusión en la exterioridad, proclamando la cuestión religiosa como algo privado de cada ciudadano y no algo público.






martes, 6 de abril de 2010

Deismo!!

El deísmo es una filosofia que deriva la existencia y la naturaleza de Dios de la razón y la experiencia personal, en lugar de hacerlo a través de los elementos comunes de las religionestías como la revelación directa, la fe o la tradición. La mención de Dios en este artículo se refiere más a un Creador u Organizador (demiurgo) que al Dios Abrahámico.

Así, uno de los principales postulados de esta filosofía religiosa está basado en la creencia de que Dios existe y creó el universo físico, pero no interfiere con él (postulado que incluye a la evolución teista). Este postulado se relaciona y origina con una filosofía y movimiento religioso que deriva la existencia y naturaleza de Dios por la razón. Por ello no toma posición sobre lo que hace Dios fuera del universo, en contraste con el fideismo que se encuentra en muchas enseñanzas del cristianismo, islamismo y judaismo, que sostiene que la religión depende tanto de la revelación de las sagradas escrituras o del testimonio de otra gente.

Los deístas típicamente también tienden a rechazar los eventos sobrenaturales (milagros, profecías, etc.) y a afirmar que Dios no interfiere en la vida de los humanos y las leyes del universo. Por ello, a menudo utilizan la analogía de Dios como un relojero. Lo que para las religiones organizadas son revelaciones divinas y libros sagrados, la mayoría de deístas entiende como interpretaciones inventadas por otros seres humanos, más que como fuentes autorizadas. Los deístas creen que el mayor don divino a la humanidad no es la religión, sino la habilidad de razonar.

El deísmo cobró notoriedad en los siglos XVII y XVIII durante la ilustración, especialmente en el Reino Unido, Francia y los Estados Unidos principalmente entre aquellas personas educadas como cristianas que vieron que no podían creer ni en la Trinidad divina, la divinidad de Jesús, los milagros ni en la infalibilidad de la Biblia; pero que sí creían en un solo Dios. Inicialmente, no formaron ninguna congregación, pero con el tiempo el deísmo también ha llevado al desarrollo de otros grupos religiosos, tales como el Unitarismo; que se convirtió más tarde en el Unitarismo Universalista. Continúa hasta la actualidad en la forma de deísmo clásico y deísmo moderno.

Reforma Protestante!!


La reforma protestante fue un movimiento religioso y político que terminó con la unidad de la iglesia cristiana de occidente. Fue iniciada por Martín Lutero. Surgió en el Sacro Imperio Romano Germánico, durante los siglos XV y XVI. La Iglesia de comienzos de la Edad Moderna tiende a hacerse señorial, a acumular riquezas, y a la ostentación de ellas. El Papa tiene ambiciones políticas: se venden bulas para conseguir dinero y ventajas políticas, y la Iglesia se instala en la corrupción para conseguir dinero, por más que se condene la simonía, o venta de sacramentos. Se crea una teocracia imperial, que disputa el poder temporal al emperador. Además, la recaudación del diezmo implica un ingreso de dinero desde todos los reinos cristianos. En contra de esta tendencia de ostentación y lujo está el Humanismo, que aboga por una religión interior y personal, en oposición a la religión pública de los grandes actos. Esta idea hará que algunos miembros de la Iglesia adopten posturas en contra de la actitud de Roma, e intenten reformar la vida eclesiástica, para hacer de ella un modelo moral, más acorde con la predicación y el mensaje de la Biblia, ante la sociedad.

La oposición de la Iglesia Católica Romana y sus falsas enseñanzas llegaron a su climax en el siglo dieciséis, cuando un monje católico romano llamado Martín Lutero clavó sus 95 propuestas (o tesis) contra las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana en la puerta de la iglesia del Castillo de Wittenberg, Alemania. La intención de Lutero era traer la reforma a la Iglesia Católica Romana, y al hacerlo estaba desafiando la autoridad del Papa. Con la negativa de la Iglesia Católica Romana de responder al llamado de Lutero a reformarse y regresar a las doctrinas y prácticas bíblicas, la Reforma Protestante comenzó, de la cual surgirían cuatro divisiones o tradiciones principales: La Luterana, la Reformada, la Anabaptista y la Anglicana. Durante este tiempo Dios levantó a hombres piadosos en diferentes países a fin de restaurar y volver nuevamente a las iglesias a través del mundo, a sus raíces, prácticas, y doctrinas bíblicas. Para los grandes reformadores de la Iglesia es fundamental la protección de los príncipes y su ideología política tiende a poner en su mano el poder que la Iglesia Católica les niega. La Iglesia anglicana no es fruto de una reforma sino de un problema político: la cuestión del divorcio de Enrique VIII. En 1534 Enrique VIII promulga el acta de supremacía, según el cual el rey tiene poder para intervenir en los asuntos de la Iglesia, y no el papa.

Las diferencias entre la Iglesia Católica y la anglicana se producen con el tiempo, por las decisiones de distintos reyes.

VÍDEO REFORMA PROTESTANTE

Inquisición.

Tribunal eclesiástico establecido para inquirir y castigar los delitos contra la fe. Sus orígenes se encuentran en la persecución de las herejías populares del siglo XII. Los herejes empezaron a ser considerados enemigos del Estado, sobre todo cuando habían provocado violencia y alteraciones del orden público. San Agustín aprobó con reservas la acción del Estado contra los herejes, aunque la Iglesia en general desaprobó la coacción y los castigos físicos. En 1231 el Papa Gregorio IX la organizó definitivamente, confiando su dirección a los dominicos. Antes de actuar, durante un mes se efectuaban predicaciones para provocar auto denuncias tras las cuales el arrepentido era perdonado; en caso contrario, se iniciaba el proceso condenándose a los no arrepentidos y a los relapos (reincidentes en la herejía) a diversas penas, hasta la máxima, de muerte en la hoguera. Lo esencial para los jueces era conseguir la confesión de los acusados, lo que condujo, a mediados del siglo XIII, a la utilización de la Tortura. Fuera de España, dejó prácticamente de existir en el siglo XV. En España, por el contrario, fue potenciada por los Reyes Católicos, constituyéndose en Sevilla (1480). Abolida por las Cortes de Cádiz(1812), fue reestablecida por Fernando VII, antes de su definitiva extinción en 1834. En América, la Inquisición fue establecida por Felipe II en 1570, y tuvo tribunales en México, Lima y Cartagena. Sólo tenía jurisdicción sobre criollos y españoles y no sobre los Indios.




Los inquisidores se establecían por un periodo definido de semanas o meses en alguna plaza central, desde donde promulgaban órdenes solicitando que todo culpable de herejía se presentara por propia iniciativa. Los inquisidores podían entablar pleito contra cualquier persona sospechosa. A quienes se presentaban por propia voluntad y confesaban su herejía, se les imponía penas menores que a los que había que juzgar y condenar. Se concedía un periodo de gracia de un mes más o menos para realizar esta confesión espontánea; el verdadero proceso comenzaba después. Si los inquisidores decidían procesar a una persona sospechosa de herejía, el prelado del sospechoso publicaba el requerimiento judicial. La policía inquisitorial buscaba a aquellos que se negaban a obedecer los requerimientos, y no se les concedía derecho de asilo. Los acusados recibían una declaración de cargos contra ellos. Durante algunos años se ocultó el nombre de los acusadores, pero el papa Bonifacio VIII abrogó esta práctica. Los acusados estaban obligados bajo juramento a responder de todos los cargos que existían contra ellos, convirtiéndose así en sus propios acusadores. El testimonio de dos testigos se consideraba por lo general prueba de culpabilidad. Los inquisidores contaban con una especie de consejo, formado por clérigos y laicos, para que les ayudaran a dictar un veredicto. Les estaba permitido encarcelar testigos sobre los que recayera la sospecha de que estaban mintiendo. En 1252 el papa Inocencio IV, bajo la influencia del renacimiento del Derecho romano, autorizó la práctica de la tortura para extraer la verdad de los sospechosos. Hasta entonces este procedimiento había sido ajeno a la tradición canónica. Los castigos y sentencias para los que confesaban o eran declarados culpables se pronunciaban al mismo tiempo en una ceremonia pública al final de todo el proceso. Era el sermo generalis o auto de fe. Los castigos podían consistir en una peregrinación, un suplicio público, una multa o cargar con una cruz. Las dos lengüetas de tela roja cosidas en el exterior de la ropa señalaban a los que habían hecho falsas acusaciones. En los casos más graves las penas eran la confiscación de propiedades o el encarcelamiento. La pena más severa que los inquisidores podían imponer era la de prisión perpetua. De esta forma la entrega por los inquisidores de un reo a las autoridades civiles, equivalía a solicitar la ejecución de esa persona. Aunque en sus comienzos la Inquisición dedicó más atención a los albigenses y en menor grado a los valdenses, sus actividades se ampliaron a otros grupos heterodoxos, como la Hermandad, y más tarde a los llamados brujas y adivinos. Una vez que los albigenses estuvieron bajo control, la actividad de la Inquisición disminuyó, y a finales del siglo XIV y durante el siglo XV se supo poco de ella. Sin embargo, a finales de la edad media los príncipes seculares utilizaron modelos represivos que respondían a los de la Inquisición.







lunes, 1 de febrero de 2010

Siglo de Hierro


En los años finales del S. IX comenzó un largo periodo de agudísima decadencia de la sede romana, que los historiadores conocen bajo el nombre de “siglo oscuro” o “siglo de hierro” de Pontificado. Entre los años 882 y 1046 se sucedieron más de 40 papas y antipapas, quienes, en gran parte indignos y pertenecientes a las más poderosas familias romanas, llevaron consigo a la sede pontificia preocupaciones e intereses primordialmente temporales.
La causa próxima del Siglo de Hierro fue la caída de la Santa Sede en manos de las facciones feudales que dominaban la ciudad de Roma. Los propios Papas, que aparecen en ciertas épocas estrechamente subordinados al emperador y reducidos a las funciones puramente religiosas y culturales inherentes a su potestad espiritual. Pero el eclipse del poder imperial, en los tiempos duros de la Alta Edad Media, acreditó ser más peligroso todavía que su omnipotencia, pues dejó a la Santa Sede sin escudo protector en plena anarquía feudal, y entregada a la merced de otros poderes más próximos y más nocivos, como eran los clanes nobiliarios romanos.
El inicio de la crisis lo constituye la muerte violenta del papa Juan VIII (882): muchos de sus sucesores serán depuestos, encarcelados, asesinados... Los inmediatos sucesores de Juan VIII son pontífices de poco relieve y corta duración: Marino I y S. Adriano III. Esteban V (885-891) consagra en Roma Emperador a Guido de Spoleto, así como Formoso (891-896), al año siguiente, consagra a Lamberto, hijo de Guido.


Ningun pecado era demaciado vil que no le permitiera perpetrar el ocupante del trono papal "Ciegos guias de ciegos"


A pesar de importantes esfuerzos por llevar una necesaria reforma a la Iglesia, esta se resistía. Apenas muerto el emperador Otón III, se disputaron el poder imperial las familias nobiliarias, envolviendo en sus disputas a la sede pontificia. S. Enrique II consigue, no obstante, favorecer la reforma de la Iglesia garantizando la posibilidad de un tranquilo pontificado a Benedicto VIII (1012-24). Mientras tanto se celebra en Pavía un sínodo (1022) cuyo tema principal es la reforma del clero. A Benedicto VIII sucede su hermano Juan XIX (1024-32), y a éste un sobrino, Benedicto IX, joven e indigno.